Viajes por la
prehistoria de nuestro país
Cerrito de Indios
En enero del 2001 durante un viaje al Este
que realizamos con mi esposa, tuvimos la oportunidad de recorrer la zona de
cerritos en India Muerta en los bañados de Rocha, después de haber asistido a
una conferencia brindada por el arqueólogo José Iriarte, en el marco de las
actividades culturales que desarrollaba la Casa de la Cultura de La Paloma. Al
otro día, autorizados por Gustavo Uriarte, dueño de la estancia “La Doma” , donde
se realizaban trabajos arqueológicos, acompañados por Iriarte, fuimos testigos
de los relevamientos en trincheras perforadas en los cerritos, lo recuperado
por flotación en agua y tamizado, y parte del material encontrado, como lítico,
cerámico, óseo, restos de alimentación, etc. (Ver primera imagen)
Iriarte trabajaba en dicho lugar, con dos ayudantes, en un sistema
denominado de criba (tamizado y flotación) que permite separar las partículas
minerales y de materia orgánica debido a su distinto tamaño (criba) y densidad
(flotación). Lavando limo extraído del sitio en el canal de las arroceras, para
conseguir micro botánicos, residuos
vegetales y semillas, restos de polen y fitolitos que pueden ayudar al estudio
de la flora en la época de concentración y el clima de dicha época. Parte de
este material sería investigado –según nos manifestara Iriarte- en Panamá,
llevado por éste a un moderno laboratorio. Estas investigaciones le permitirían
a Iriarte desarrollar su tesis de doctorado en Estados Unidos. El arqueólogo
con mucha amabilidad, nos explicó todo el proceso. Luego, nos trasladamos al
sitio de cerritos en India Muerta donde tenían el campamento de trabajo.
Recorrimos la laguna, cerritos y los sitios excavados en trincheras (desde la
parte superior del cerrito hasta la base neutra). Se encontraron diversos
materiales indígenas: puntas de flecha, cerámica, restos de alimentación,
enterramientos primarios y secundarios, etc.
De la prehistoria de las Tierras Bajas de
la Cuenca de la Laguna Merín de Roberto Bracco Boksar-Leonel Cabrera y José M.
Lopez Mazz:
“La
Cuenca de la Laguna Merín en los últimos 4000 años de su prehistoria (hasta el
siglo XVII) fue habitada por pueblos constructores de montículos”.
Entender las estructuras monticulares de la
Cuenca de la Laguna Merín como simples respuestas situacionales, como
plataformas para ocupar áreas anegadizas (dice Schmitz, 1976), es producto de
la adscripción a un marco conceptual y de un estado embrionario del desarrollo
de la arqueología regional. ( Bracco, 1993; López & Bracco, 1992; 1994)
Frecuentemente fuera de las áreas inundables o muy cerca de áreas naturalmente
elevadas, y de su número y dimensiones que las excluye de cualquier explicación
que utilice simples ecuaciones de coste/beneficio, tres son las líneas de
evidencia que indujeron a ensayar interpretaciones alternativas. La primera se
generó al constatar que en los cerritos de indios no se reconocen estructuras
propias de habitación. En segundo término al observar que estos pueden
integrarse como estructuras permanentes dentro de espacios mayores y complejos
de ocupación. Y por último, que las estructuras definidas y constantes
presentes en ellos, corresponden a enterramientos.
Las construcciones en tierra de la Cueca de
la Laguna Merín tienen, predominantemente, forma monticular. Sus plantas
manifiestan variaciones locales. En el sector Sur (Dpto. de Rocha) son
dominantemente circulares a sub-circulares, con un diámetro en el rango de los
30 a 40 metros. Hacia el norte del río Cebollatí se observa una mayor
diversidad, presentándose plantas marcadamente elípticas con relaciones de 1 :
1,5 a 1 : 2, entre el diámetro menor y el mayor. La altura, en todas las zonas
de ocurrencia, es la dimensión de más variabilidad: de unos pocos decímetros
hasta más de siete metros.
Es frecuente que las construcciones más
próximas entre sí se unan, llegando a configurar una estructura compuesta.
En otros casos también se advierte que “los
cerritos de indios” forman unidades mayores como consecuencia de un proceso de
integración. En Sierra de los Ajos un extenso terraplén en forma de “boomerang”
delimita, en dos de sus flancos, al agrupamiento de tercer orden de mayor
jerarquía por el número y dimensión de las estructuras que lo componen. El
vértice de este “boomerang” delimita, en dos de sus flancos, al agrupamiento de
tercer orden de mayor jerarquía por el número y dimensión de las estructuras
que lo componen. El vértice de este “boomerang” coincide con una estructura
monticular. Otra expresión muy particular de esta modalidad se muestra en “Los
Indios”. En esta última localidad se hayan unidos por un terraplén, a modo de
“puente”, dos de los cerritos, del conjunto de cinco presentes en el sitio.
Estas construcciones de tierra se
caracterizan por poseer alturas muy variables, por presentarse en forma aislada
o conformando grupos muy numerosos. Aunque posiblemente; esos conjuntos son el
producto de un proceso de yuxtaposición, evidencian una planificada acción que
persiguió el acondicionamiento y la cualificación de lugares específicos en el
espacio geográfico. Es constante la presencia de enterramientos humanos, hombres,
mujeres y niños manifestando una marcada diversidad de tratamientos.
Construcciones y enterramientos son la expresión clara de grupos que han
alcanzado mayores niveles de integración socio-cultural que sus ancestros o
vecinos regionales.
Hay una mayor frecuencia de enterramientos
primarios flexionados. Se han recuperado enterramientos individuales y
múltiples, completos y parciales. Tanto en posición primaria como secundaria.
Los parciales corresponden a piezas aisladas, conjuntos de piezas más o menos
fracturadas sin mayor orden y también se ha advertido la recurrencia, para
distintos sitios, de cráneos acompañados por algunos fragmentos de diáfisis .En
los enterramientos secundarios se han observado paquetes cuidadosamente armados
conteniendo más del 80% de las piezas óseas del individuo.
En muchos casos se encuentran junto a los
muertos, valvas de moluscos, punzones y puntas de hueso, colmillos de lobo
marino, litos ordenados y artefactos pulidos, y también enterramientos de
cánidos asociados a los enterramientos humanos, o en un único conjunto
funerario.
Una reciente revisión etnohistórica plantea
conclusiones alcanzadas a partir del registro arqueológico junto al registro
historiográfico proporcionando elementos que permiten reconstruir el panorama y
la dinámica social de la región Este.
Los documentos han indicado que el Sur del
Brasil hasta las bocas del Río de la Plata vivían para los momentos tempranos
del período histórico, grupos que fueron denominados genéricamente como “Tapuias”
y que mostraban una estructura socio cultural no demasiado diferente a la de
sus vecinos tupí-guaraníes en sus aspectos económicos y políticos. Los grupos
guaraníes (tupí-guaraníes) fueron guaranizando a estos grupos con invasiones
programadas ingresando y/o expandiéndose hacia el sur por dos vías: Por el
oeste desde Paraná y el Uruguay, y por el Este siguiendo la costa atlántica.
Con antecedentes similares en niveles de integración que se caracterizaron como
tribales, con asentamientos en aldeas permanentes o semipermanentes los Tapuias
fueron absorbidos, guaranizados siendo el motivo de la desaparición temprana
agregado a la acción de los bandeirantes esclavistas y se agrega la mortandad
por enfermedades introducidas por el europeo contra las cuales carecían de
defensas.
Desaparecen antes de que se produzca la
ocupación directa por el europeo de los territorios del Este uruguayo y sur del
Brasil siendo ocupadas las tierras bajas por los cazadores nómadas con los
beneficios del caballo, en quienes repararon los enfoques etnohistóricos por
haber sobrevivido a los factores de desintegración introducidos en estas áreas
del continente, creyendo entonces que estos pueblos habían sido los únicos
pobladores de la región.
Según los restos esqueletarios con la forma
de enterramientos en forma fetal unos y otros en posición estirada podrían
llevar a conjeturar dos poblaciones diferentes, así como por los materiales
líticos de la ergología de los cazadores superiores y cerámica lisa, poco
cochurada a diferencia de la cerámica corrugada y pintada de características
guaraníes, sumado a puntas de madera y hueso, enterramientos secundarios en paquetes
y en urnas funerarias pintados con ocre rojo; pero también aparecen los
zoolitos, placas grabadas, itaizá, etc., que hace muy dudosa su filiación.
En 1906, Juan H. Figueira haciendo estudios
en los “cerritos de indios” de Treinta y Tres y Rocha, donde en este último
departamento, en montículos situados en la Horqueta del San Miguel reveló la
existencia de una cantidad de piezas óseas humanas carbonizadas y previamente partidas, lo que hizo suponer que
“las parcialidades que levantaron los
montículos tenían hábitos de antropofagia”
y agrega D. Vidart que “este interesante
dato remite a la presencia de
ocupantes Tupí-guaraníes”. Confirmando nuestra opinión y la de otros
investigadores de que los cerritos fueron habitados por distintos pueblos en
los 4000 años de levantados.
Colección
Pedro de Angelis, Tomo1, Rui Diaz de Guzmán, Historia Argentina del
descubrimiento: Población y Conquista de las provincias del Río de la Plata;
refiriéndose a la antropofagia menciona: “Antropófagos
eran los chiriguanos y los tupí- si hay un país donde no es permitido dudar de
la antropofagia, es precisamente el Río de la Plata. Su primer descubridor, el
desgraciado Juan Díaz de Solís, fue devorado por los charrúas, a la vista de
sus compañeros y de su hermano”.
Este
hecho es incuestionable. El argumento que le opone Azara es tan débil que
apenas merece ser contestado: “Ninguna de estas naciones (los indios del
Paraguay) come carne humana, ni se acuerda de haber comido” (Viaje a la América
Meridional, tomo II.pág.2). En igual caso se hallan todos los pueblos que han
sido antropófagos y que han dejado de serlo. ¿Preguntad a los descendientes de
los Carios, de los Hotentotes, de los Caribes, si se acuerdan cuando sus padres
devoraban a los prisioneros; y todos a una voz contestarán negativamente? Sin
embargo sobran pruebas de la antropofagia de estas naciones.
Recorriendo la zona en el verano del 2002,
donde tuvimos una semana muy lluviosa, pudimos constatar cómo se anegaban
rápidamente las zonas circundantes a los bañados permanentes donde a veces
pasaba sobre las rutas 14, 15, 19, etc. quedando las partes altas de las mismas
fuera de las aguas y se divisaban sobresaliendo los cerritos artificiales y
alguna serranía natural. Los animales pastaban con el agua hasta la barriga o
más; podemos suponer cómo sería esta zona en invierno, cuando los ríos se salen
de cauce convirtiendo todas estas tierras planas en un gran lago y donde la
evaporación y drenaje se hace más difícil.
Hasta ahora no han podido ser verificadas
las conjeturas que aportan datos seguros de quienes habitaron el área de
“cerritos” durante la prehistoria.
Conclusión Primaria:
No hay dudas de que son acumulaciones
artificiales, denominadas por los lugareños como “terremotos” o sea movimientos
de tierra.
Fueron realizadas por distintas etnias, en
diferentes períodos de tiempo y por distintas circunstancias que debieron vivir
en esas zonas, en parte inhóspitas en invierno, pero con una enorme riqueza
alimentaria. Hipótesis que compartimos.
Indígenas de las primeras oleadas
ingresadas al territorio como los Kaingang (Yaros) al encontrarse rompecabezas
erizados; los itaizá, hachas con escotaduras, piedras de honda, puntas
apedunculadas; luego grupos tupí-guaraníes que los asimilaron, exterminaron o
desplazaron por la cerámica característica, las urnas y paquetes funerarios de
enterramientos, puntas de madera y de hueso y los elementos mencionados que
hiciera pensar que hubo hábitos de antropofagia. Por último, elementos de la macro-etnia
charrúa que habría ocupado esos territorios después de la desaparición de los
Arachanes (de poderse confirmar su
existencia dudosa y que fueran exterminados por los bandeirantes, esclavizados
para trabajar en las minas y cultivos del Brasil); utensilios correspondientes a
cazadores-recolectores o cazadores superiores como boleadoras, morteros y sus
manos, martillos, cuchillos, pulidores, puntas pedunculadas y los famosos
rompecocos (no compartimos que la función de esas piedras con hoyuelos haya
sido la de romper el coquito de la palma para extraer la pepita porque lo
podrían hacer con una simple piedra, como harían para extraer la médula de los
huesos, ambos alimentos predilectos).
La hipótesis más aceptada es que la
utilización de los cerritos era para sitios de funebria.
Los estudios realizados a los restos
esqueletarios encontrados en excavaciones presentaron en general buen estado
sanitario y alta esperanza de vida en relación a lo esperado en poblaciones
prehistóricas.
No se encontraron señales de patologías
infecciosas que pudieran estar relacionadas con hacinamientos y sedentarismo
estricto.
El estado sanitario especialmente la
nutrición era bueno, no apareciendo patologías que pudieran atribuirse a
carencias en la alimentación. La escasa presencia de caries se atribuye al poco
consumo de carbohidratos, pero, sin embargo, aparecen restos abundantes del
consumo de los coquitos de Butiá.
Aunque en algunos otros sitios investigados
han aparecido individuos con caries posiblemente debido a la ingesta de
alimentos cultivados.
En primeras investigaciones se llegó a
concluir en un modelo de alimentación basado en la caza y recolección pero con
alta eficiencia.
Las dudas que quedan como el modo de
subsistencia, la diferencia en estatus sociales, la presencia de individuos de
más de una población en un mismo sitio, como cambios debido a la diversa
cronología de sitios diferente u ocupación de distintas poblaciones en sitios
similares.
Nuevas investigaciones aclararán estas
dudas.
Ref.
Arqueología en el Uruguay. Enterramientos humanos en un montículo del Dpto. de
Rocha (CH2DO1) J. Femenías, Mónica Sans y Mónica Portas.
Nuestra
hipótesis: Los cerritos fueron habitados por poblaciones distintas durante la
prehistoria.
Y cierta desprolijidad que se ha observado
en los enterramientos tanto primarios como secundarios, indicaría que algunos
restos habrían sido cambiados del llano a los cerritos al vivir en época de
inundaciones.
Habría una modalidad de inhumar individuos,
modificando los entierros realizados previamente y esto, evidentemente, puede
variar la estratigrafía como los fechados.
Los fechados abarcan una cronología en
torno al cuarto milenio A.P. (4360+-65 A.P.) Cabo Polonio, llegando
prácticamente hasta la época de la conquista (610+-659)( Lopez-1993a,1993b).
Hacia la época más antigua de la ocupación
de nuestro litoral, apuntan a que la explotación de los recursos marinos era muy
importante y significativa (hacia 4500 A.P.): lobos marinos, corvina negra y
cetáceos (delfín y toninas). Luego se observa la aparición de los recursos
continentales, junto a huesos de lobos marinos y peces se identificaron huesos
de cérvidos, crisétidos (mamíferos roedores), félidos y ñandú; y en la capa
superior restos de bóvidos de la época colonial que marcan el comienzo de la
ocupación europea, que sucede luego de los numerosos naufragios ocurridos en
las proximidades de Cabo Polonio.
En el sitio Punta La Coronilla ha sido
descripta una industria malacológica particular. Se han identificado valvas de
moluscos (amiantis purpurata) utilizadas como instrumentos con fines no
alimenticios. Del 100% de las valvas recolectadas el 25% presentan
modificaciones antrópicas en sus bordes que según la autora ( Mañosa-1995)
responden a la aplicación de golpes intencionales.
ESPACIOS
PUBLICOS-ESPACIOS DOMESTICOS
“El
registro arqueológico del sector sur de la cuenca de la Laguna Merín muestra
una marcada inconsistencia. Los espacios públicos señalados por estructuras
monticulares son fácilmente identificables. Los espacios domésticos no se
expresan con tal claridad y ello ha dificultado en el desarrollo de la
investigación, entre otros aspectos, la caracterización social de los
constructores de cerritos. Esta situación la hemos señalado como el “síndrome
Wessex” (En esta región de Inglaterra no se ha podido claramente identificar
las áreas domésticas correspondientes a las expresiones megalíticas tempranas).
Mientras
que en el registro arqueológico regional las estructuras que definen los
espacios públicos son muy claras y evidentes, por el contrario, no lo han sido
aquellas definitorias de los espacios domésticos. Las áreas domésticas
habitadas cotidianamente por los grupos constructores de cerritos no se
presentan en forma definida en el registro y se observan situaciones diferentes
en los distintos sitios excavados. Ello puede ser la consecuencia de distintos
factores, que pueden haber actuado en forma conjunta. Por una parte es muy
posible que no exista una única modalidad de ocupación en la región y que esta
haya variado tanto en dimensión espacial como temporal. Es probable que en
algún período y/o zona no haya habido continuidad espacial entre los espacios
cualificados por una arquitectura pública y aquellos domésticos, pero que sí existiera
esta continuidad en otros momentos y/o áreas. También existen fuertes indicios
que señalan a la propia actividad arquitectónica, en sus etapas de toma y
acarreo de material, como causa de profundas modificaciones en los espacios
correspondientes a las áreas de habitación, lo cual pudo causar fuertes
alteraciones en la estructuración y composición de los vestigios ( Bracco, 1991;
Bracco & Ures, 1995).
Por
último es de rigor señalar que también puede estar incidiendo un problema de
diseño de investigación en el artículo de Roberto Bracco Boksar y Cristina Ures
en arqueología uruguaya hacia el fin del milenio- tomo 1.”
Durante las estaciones no inundables vivían
en las zonas bajas desarrollando todas las tareas domésticas, a la vez irían
traspasando tierra para continuar elevando los cerritos para el resguardo en
épocas de inundaciones. Este transporte de tierra en distintos momentos de
actividades cotidianas hace prácticamente irreconocibles las áreas de
habitación.
Pero también y según los estudios creemos
que los cerritos fueron ocupados por distintas poblaciones durante la
prehistoria.
Y la desprolijidad que se ha notado en los
enterramientos tanto primarios como secundarios indicaría que restos habrían
sido cambiados del llano a los cerritos. Al tener que vivir en lo alto en época
de inundaciones produciría una modalidad de inhumar individuos modificando los
enterramientos realizados previamente y esto evidentemente puede variar la
estratigrafía como los fechados.
Después de haber leído toda la bibliografía
pasada y presente a la que hemos podido acceder y de haber recorrido lo posible
de las zonas uruguayas donde abundan estos monumentos prehistóricos, y recogido
información verbal de residentes en las zonas nos atrevemos a dar nuestra
modesta y humilde opinión que trataremos de fundamentar justamente en esas
investigaciones, como apasionados, aficionados o autodidactas.
Sobre ellos evidentemente se vivía, se
plantaba, si ello es realmente confirmado por los nuevos estudios arqueológicos
y también se enterraba a los que morían en esos momentos, pues donde los iban a
sepultar si todo estaba bajo agua en las planicies. Es probable que al volver a
tierras llanas en épocas de sequía o estivales continuaran utilizando los “cerritos”
como cementerios, realizando sus manifestaciones sepulcrales o cultos
religiosos que desconocemos. La posición de los cuerpos que han podido exhumarse
completos o casi completos muestran procedimientos especiales como la posición
y la orientación. Que los constructores se hallan posesionado de esas tierras
poco aptas para ser habitadas -en todas las épocas del año- a consecuencia de
haber sido desplazados de otros territorios por pueblos más fuertes es una
hipótesis posible; pero también podrían haber sido atraídos por la riqueza
faunística allí existente: aseguraba alimentación durante todo el período de
invierno donde además buscarían el abrigo de los montes como todos los pueblos
que ocupaban los litorales costeros platenses y atlánticos para alimentarse de
la pesca y en el caso concreto de la costa atlántica, alimentarse de los lobos
marinos, huevos y pichones de aves, peces y mariscos. Nos queda pendiente la
incógnita de porqué no se encuentran rastros de hogares, útiles y esqueletos en
las zonas bajas.
Recorriendo la zona, hablando con investigadores, arqueólogos
y lugareños, comprobamos la enorme
riqueza faunística: peces, aves, moluscos, anfibios, reptiles, mamíferos, muchos
de estos hoy desaparecidos, que proveían de alimento a aquellos habitantes
prehispánicos; quizás, no para alimentar 300.000 habitantes -como algún optimista
escritor insinuó- ni siquiera los 20.000 mencionados por Díaz de Guzmán; pero, podrían
haber alimentado a algunos miles, cazadores-recolectores-pescadores nómades o
semisedentarios, que se trasladaban a las costas atlánticas en verano. El
sacerdote jesuita Antonio Sepp en viaje a las misiones jesuíticas del Paraguay
relata su pasaje por el Río de la Plata, haber desembarcado en la Isla de
Gorriti, Isla de Maldonado e Isla de Lobos antes de proseguir viaje hacia
Buenos Aires, dejó descripción del ganado que había, del pasto como buen prado
para engordar animales, describe hermosas flores como la apasionaría, burucuyá,
etc.; pero hace hincapié en la Isla de Lobos “que lleva su nombre por la
gran cantidad de esos animales marinos que allí moran” y que se acercarían
a las costas, como lo hacen actualmente, más tranquilas en aquellas épocas. El
antropólogo, docente, investigador y escritor Daniel Vidart realiza en su libro
“Los cerritos de los indios” una profunda descripción de esos ecosistemas
palustres con su flora y fauna y esto se confirma “in situ” hablando con la
gente de las zona.
Es uno de esos lugares maravillosos que
tiene nuestro país para disfrutar, donde hay zonas protegidas como El Centro
Don Bosco al oeste de la Laguna Negra, con el Monte de Higuerones y reserva de
fauna y flora, el Potrerillo de Santa Teresa al este de dicha laguna también
con reserva de fauna y flora y un museo con material arqueológico de los
relevamientos realizados donde se encuentra como novedad el esqueleto de un
perro prehispánico, etc.
Volviendo al tema, la hipótesis de quiénes
construyeron los cerritos de indios todavía no ha sido develada, abarcando un
enorme territorio en “media luna” desde Rocha, Cerro Largo, Treinta y Tres,
Tacuarembó y Rivera en lo que hoy es nuestro territorio, pero también abarcan
un amplio territorio Riograndense del Sur del Brasil, al oriente de la Laguna
Merín hasta la costa atlántica.
Un estudioso del tema se pregunta, si algún
lector se molestaría que se siga insistiendo con el estudio del pasado,
habiendo cosas presentes que urgen solución. En mi caso, sostengo que sí, que
se debe continuar investigando, pues esos estudios podrían servir para
solucionar, actualmente, el problema de
los inundados que se oponen a dejar sus lugares de habitación y que tanto
cuestan en cada inundación a la sociedad toda, y donde en esos lugares
encuentran muchas veces su sustento: pesca, leña, juncos, etc.
Daniel Vidart que es el estudioso que
formula la pregunta, establece: “¿Que
tiene que ver un pasado remoto con nosotros? ¿Por qué los arqueólogos se afanan
tanto en rescatar los relictos de un ayer muerto y enterrado si lo que en la
actualidad necesitamos son científicos sociales, expertos ecólogos,
ambientalistas militantes, maestros en ética y política, gobernantes y pueblos
decididos a salir del marasmo en el que nos han sumido la apoteosis del consumo
y la salvaje competitividad del mercado mundial?“ Los cerritos de los indios del Este uruguayo, Daniel Vidart, Ediciones
de la Banda Oriental.
Las actuales investigaciones arqueológicas
que se vienen realizando estarían indicando la existencia de pueblos
sedentarios muy vulnerables, lo que hizo evidente su temprana desaparición
debido a la “caza de esclavos”.
Estos indígenas constructores de los
cerritos que serían muy numerosos, hacen suponer que tendrían una organización
política con jerarquías que orientaran las distintas actividades a llevar a
cabo, acarreo de tierra, proveer de alimentación, defensa contra los
esclavistas, ceremonias religiosas y funerarias.
Hay documentación que indica que los
charrúas, cuando cambiaban de sitio llevaban, al trasladarse, los restos de los
muertos (los huesos).
Tal vez, esto significaba que tuvieran que
elegir cierta partes como cráneos o huesos largos al serle imposible o difícil
trasladar todos los huesos, o que simplemente, los perdieran en sus largas
caminatas o en batallas. Colocaban el cadáver, cubriéndolo perfectamente con
piedras si las había a no muy larga distancia o con ramas y tierra. Ponían
las boleadoras encima, clavando su lanza
a un lado de la sepultura, y al otro lado dejaban el caballo atado a una
estaca. Decían que era para el viaje que debía emprender el difunto. (Pi
Hugarte- Los indios del Uruguay-1998).
Según el historiador mencionado le sugiere
repetición de Azara (1850:108) que mencionó:”En
sus traslados cargaban con los restos de sus muertos, lo que supondría el
entierro secundario”.
Estas formas de inhumación suponen rituales
y creencias en otra vida y en ideas religiosas, ya que también se ha expresado
que creían en un espíritu maléfico que llamaban Gualicho, con la práctica de
pintar los huesos después de descarnados y enterrar los cadáveres con ofrendas.
La antropofagia siempre existió y existe,
tal vez no con las mismas características.
Remontándonos a épocas de la conquista;
después de la primera fundación de Buenos Aires y durante la guerra con los
Querandíes, los habitantes padecen terribles hambrunas y Ulrico Schmidel en
viaje al Río de la Plata y Paraguay, establecía: “…padecían todos tan gran miseria que muchos morían de hambre, ni eran
bastante a remediarla los caballos. Aumentaba esta angustia haber faltado los
gatos, ratones, culebras y otros animales inmundos con que solían templarla, y
se comieron hasta los zapatos y otros cueros. Entonces fue cuando tres
españoles se comieron secretamente un caballo que habían hurtado; y habiéndose
sabido, confesaron atormentados, el hurto, y fueron ahorcados; y por la noche
fueron otros tres españoles y les cortaron los muslos y otros pedazos de carne,
por no morir de hambre. Otro español, habiendo fallecido un hermano suyo, se lo comió.” (Barco, canto 4)- Colección de obras y
documentos-Pedro de Angelis-tomoVI- Pág.270.
Y más actual aún, contemporáneamente, los
uruguayos del accidente de la cordillera de los Andes mutilaron los cadáveres
de sus compañeros para alimentarse, reconocido y manifestado con grandeza y
respeto por los sobrevivientes, para no morir de hambre.
Antonio Díaz que conoció a los charrúas
indicó: “Enterraban a los muertos en las
inmediaciones de algún cerro, si lo había, haciendo una excavación de poca
profundidad. Al enterrarlos
superficialmente, solo cubiertos con piedras o con ramas y tierra para
protegerlos de los animales carroñeros, luego de descarnados naturalmente o a propósito
con herramientas líticas cortantes o “limpieza ósea”. (Pintos Blanco-
Bracco Boksar-1999-94)
Actualmente, en los estudios arqueológicos
de los cerritos del Este, aparecen -según los arqueólogos- enterramientos
primarios, secundarios, (en paquetes y urnas funerarias) y también
enterramientos parciales. Según los técnicos citados, solo fue encontrada una urna
tupí guaraní, pero sabemos que en otras zonas como en el Dpto. de Treinta y
Tres, etc. han sido halladas varias más, sin haber podido determinar si
corresponderían a poblaciones diferentes. Se sabe que los tupí guaraní eran
antropófagos.
Centenera y Lozano cuentan que los charrúas
mataban a sus enemigos, les desollaban la piel de la cabeza, conservándola como
trofeo de guerra significando su valor, y que también se los acuchillaba,
dejando evidencia, por cantidad de puñaladas, el número de muertes causadas a
sus enemigos.
Se han encontrado huesos, sobre todo cráneos
con marcas o incisiones de “limpieza
ósea”, pero también por extirpación de cueros cabelludos, y hasta cráneos
perforados vinculados a la causa de la muerte o pueden corresponder a rituales
posteriores.
Centenera en sus versos rimados y
refiriéndose a los charrúas:
“Entre ellos aquel es de fama honrosa,
A cuyas manos gente mucha muere,
Y tantas cuantas mata, cuchilladas
En su cuerpo se deja señaladas
Más no por eso deja de quitarle
Al cuerpo del que mata algún despojo;
No solo se contenta con llevarle
Las armas o vestidos a que echa el ojo
Que el pellejo acostumbra desollarle
Del rostro ¡que maldito y crudo antojo!
Mencionamos en otro trabajo sobre el tema,
que en épocas estivales, viviendo en áreas llanas, es probable que se
produjeran enterramientos e incluso en sitios alejados; luego al volver y ser trasladados
fueran agregados, junto a basura y tierra, levantando los cerritos para vivir
en épocas de lluvias que inundaban las zonas.
Estos pueden ser los enterramientos en
paquetes o parciales.
No se descarta la ingesta antropofagica al
haberse encontrado huesos humanos quemados o con “fuerte alteración térmica” y
que contextualmente se corresponden con restos de mamíferos que muestran
atributos claros de procesamiento para consumo”. (Obra citada).
Perdida la foto original sacada en el lugar con el técnico y el personal trabajando, éste dibujo indica el procedimiento empleado para la obtención de muestras. Obtenida del Libro "Arqueologìa - Teoría, Métodos y Prácticas" Autores: Collin Renfrew y Paul Bahn
Fotos propias sacadas en el lugar:
No hay comentarios:
Publicar un comentario