viernes, 21 de julio de 2017

Cerritos de Indios del este uruguayo

Viajes por la prehistoria de nuestro país

Cerrito de Indios

En enero del 2001 durante un viaje al Este que realizamos con mi esposa, tuvimos la oportunidad de recorrer la zona de cerritos en India Muerta en los bañados de Rocha, después de haber asistido a una conferencia brindada por el arqueólogo José Iriarte, en el marco de las actividades culturales que desarrollaba la Casa de la Cultura de La Paloma. Al otro día, autorizados por Gustavo Uriarte, dueño de la estancia “La Doma” , donde se realizaban trabajos arqueológicos, acompañados por Iriarte, fuimos testigos de los relevamientos en trincheras perforadas en los cerritos, lo recuperado por flotación en agua y tamizado, y parte del material encontrado, como lítico, cerámico, óseo, restos de alimentación, etc. (Ver primera imagen)  Iriarte trabajaba en dicho lugar, con dos ayudantes, en un sistema denominado de criba (tamizado y flotación) que permite separar las partículas minerales y de materia orgánica debido a su distinto tamaño (criba) y densidad (flotación). Lavando limo extraído del sitio en el canal de las arroceras, para conseguir micro botánicos,  residuos vegetales y semillas, restos de polen y fitolitos que pueden ayudar al estudio de la flora en la época de concentración y el clima de dicha época. Parte de este material sería investigado –según nos manifestara Iriarte- en Panamá, llevado por éste a un moderno laboratorio. Estas investigaciones le permitirían a Iriarte desarrollar su tesis de doctorado en Estados Unidos. El arqueólogo con mucha amabilidad, nos explicó todo el proceso. Luego, nos trasladamos al sitio de cerritos en India Muerta donde tenían el campamento de trabajo. Recorrimos la laguna, cerritos y los sitios excavados en trincheras (desde la parte superior del cerrito hasta la base neutra). Se encontraron diversos materiales indígenas: puntas de flecha, cerámica, restos de alimentación, enterramientos primarios y secundarios, etc.



De la prehistoria de las Tierras Bajas de la Cuenca de la Laguna Merín de Roberto Bracco Boksar-Leonel Cabrera y José M. Lopez Mazz:
“La Cuenca de la Laguna Merín en los últimos 4000 años de su prehistoria (hasta el siglo XVII) fue habitada por pueblos constructores de montículos”.
Entender las estructuras monticulares de la Cuenca de la Laguna Merín como simples respuestas situacionales, como plataformas para ocupar áreas anegadizas (dice Schmitz, 1976), es producto de la adscripción a un marco conceptual y de un estado embrionario del desarrollo de la arqueología regional. ( Bracco, 1993; López & Bracco, 1992; 1994) Frecuentemente fuera de las áreas inundables o muy cerca de áreas naturalmente elevadas, y de su número y dimensiones que las excluye de cualquier explicación que utilice simples ecuaciones de coste/beneficio, tres son las líneas de evidencia que indujeron a ensayar interpretaciones alternativas. La primera se generó al constatar que en los cerritos de indios no se reconocen estructuras propias de habitación. En segundo término al observar que estos pueden integrarse como estructuras permanentes dentro de espacios mayores y complejos de ocupación. Y por último, que las estructuras definidas y constantes presentes en ellos, corresponden a enterramientos.
Las construcciones en tierra de la Cueca de la Laguna Merín tienen, predominantemente, forma monticular. Sus plantas manifiestan variaciones locales. En el sector Sur (Dpto. de Rocha) son dominantemente circulares a sub-circulares, con un diámetro en el rango de los 30 a 40 metros. Hacia el norte del río Cebollatí se observa una mayor diversidad, presentándose plantas marcadamente elípticas con relaciones de 1 : 1,5 a 1 : 2, entre el diámetro menor y el mayor. La altura, en todas las zonas de ocurrencia, es la dimensión de más variabilidad: de unos pocos decímetros hasta más de siete metros.

Es frecuente que las construcciones más próximas entre sí se unan, llegando a configurar una estructura compuesta.
En otros casos también se advierte que “los cerritos de indios” forman unidades mayores como consecuencia de un proceso de integración. En Sierra de los Ajos un extenso terraplén en forma de “boomerang” delimita, en dos de sus flancos, al agrupamiento de tercer orden de mayor jerarquía por el número y dimensión de las estructuras que lo componen. El vértice de este “boomerang” delimita, en dos de sus flancos, al agrupamiento de tercer orden de mayor jerarquía por el número y dimensión de las estructuras que lo componen. El vértice de este “boomerang” coincide con una estructura monticular. Otra expresión muy particular de esta modalidad se muestra en “Los Indios”. En esta última localidad se hayan unidos por un terraplén, a modo de “puente”, dos de los cerritos, del conjunto de cinco presentes en el sitio.
Estas construcciones de tierra se caracterizan por poseer alturas muy variables, por presentarse en forma aislada o conformando grupos muy numerosos. Aunque posiblemente; esos conjuntos son el producto de un proceso de yuxtaposición, evidencian una planificada acción que persiguió el acondicionamiento y la cualificación de lugares específicos en el espacio geográfico. Es constante la presencia de enterramientos humanos, hombres, mujeres y niños manifestando una marcada diversidad de tratamientos. Construcciones y enterramientos son la expresión clara de grupos que han alcanzado mayores niveles de integración socio-cultural que sus ancestros o vecinos regionales.

Hay una mayor frecuencia de enterramientos primarios flexionados. Se han recuperado enterramientos individuales y múltiples, completos y parciales. Tanto en posición primaria como secundaria. Los parciales corresponden a piezas aisladas, conjuntos de piezas más o menos fracturadas sin mayor orden y también se ha advertido la recurrencia, para distintos sitios, de cráneos acompañados por algunos fragmentos de diáfisis .En los enterramientos secundarios se han observado paquetes cuidadosamente armados conteniendo más del 80% de las piezas óseas del individuo.
En muchos casos se encuentran junto a los muertos, valvas de moluscos, punzones y puntas de hueso, colmillos de lobo marino, litos ordenados y artefactos pulidos, y también enterramientos de cánidos asociados a los enterramientos humanos, o en un único conjunto funerario.
Una reciente revisión etnohistórica plantea conclusiones alcanzadas a partir del registro arqueológico junto al registro historiográfico proporcionando elementos que permiten reconstruir el panorama y la dinámica social de la región Este.

Los documentos han indicado que el Sur del Brasil hasta las bocas del Río de la Plata vivían para los momentos tempranos del período histórico, grupos que fueron denominados genéricamente como “Tapuias” y que mostraban una estructura socio cultural no demasiado diferente a la de sus vecinos tupí-guaraníes en sus aspectos económicos y políticos. Los grupos guaraníes (tupí-guaraníes) fueron guaranizando a estos grupos con invasiones programadas ingresando y/o expandiéndose hacia el sur por dos vías: Por el oeste desde Paraná y el Uruguay, y por el Este siguiendo la costa atlántica. Con antecedentes similares en niveles de integración que se caracterizaron como tribales, con asentamientos en aldeas permanentes o semipermanentes los Tapuias fueron absorbidos, guaranizados siendo el motivo de la desaparición temprana agregado a la acción de los bandeirantes esclavistas y se agrega la mortandad por enfermedades introducidas por el europeo contra las cuales carecían de defensas.
Desaparecen antes de que se produzca la ocupación directa por el europeo de los territorios del Este uruguayo y sur del Brasil siendo ocupadas las tierras bajas por los cazadores nómadas con los beneficios del caballo, en quienes repararon los enfoques etnohistóricos por haber sobrevivido a los factores de desintegración introducidos en estas áreas del continente, creyendo entonces que estos pueblos habían sido los únicos pobladores de la región.
Según los restos esqueletarios con la forma de enterramientos en forma fetal unos y otros en posición estirada podrían llevar a conjeturar dos poblaciones diferentes, así como por los materiales líticos de la ergología de los cazadores superiores y cerámica lisa, poco cochurada a diferencia de la cerámica corrugada y pintada de características guaraníes, sumado a puntas de madera y hueso, enterramientos secundarios en paquetes y en urnas funerarias pintados con ocre rojo; pero también aparecen los zoolitos, placas grabadas, itaizá, etc., que hace muy dudosa su filiación.

En 1906, Juan H. Figueira haciendo estudios en los “cerritos de indios” de Treinta y Tres y Rocha, donde en este último departamento, en montículos situados en la Horqueta del San Miguel reveló la existencia de una cantidad de piezas óseas humanas carbonizadas y  previamente partidas, lo que hizo suponer que “las parcialidades que levantaron los montículos tenían hábitos de antropofagia” y agrega D. Vidart que “este interesante dato remite a la presencia de ocupantes Tupí-guaraníes”. Confirmando nuestra opinión y la de otros investigadores de que los cerritos fueron habitados por distintos pueblos en los 4000 años de levantados.
Colección Pedro de Angelis, Tomo1, Rui Diaz de Guzmán, Historia Argentina del descubrimiento: Población y Conquista de las provincias del Río de la Plata; refiriéndose a la antropofagia menciona: “Antropófagos eran los chiriguanos y los tupí- si hay un país donde no es permitido dudar de la antropofagia, es precisamente el Río de la Plata. Su primer descubridor, el desgraciado Juan Díaz de Solís, fue devorado por los charrúas, a la vista de sus compañeros y de su hermano”.
Este hecho es incuestionable. El argumento que le opone Azara es tan débil que apenas merece ser contestado: “Ninguna de estas naciones (los indios del Paraguay) come carne humana, ni se acuerda de haber comido” (Viaje a la América Meridional, tomo II.pág.2). En igual caso se hallan todos los pueblos que han sido antropófagos y que han dejado de serlo. ¿Preguntad a los descendientes de los Carios, de los Hotentotes, de los Caribes, si se acuerdan cuando sus padres devoraban a los prisioneros; y todos a una voz contestarán negativamente? Sin embargo sobran pruebas de la antropofagia de estas naciones. 

Recorriendo la zona en el verano del 2002, donde tuvimos una semana muy lluviosa, pudimos constatar cómo se anegaban rápidamente las zonas circundantes a los bañados permanentes donde a veces pasaba sobre las rutas 14, 15, 19, etc. quedando las partes altas de las mismas fuera de las aguas y se divisaban sobresaliendo los cerritos artificiales y alguna serranía natural. Los animales pastaban con el agua hasta la barriga o más; podemos suponer cómo sería esta zona en invierno, cuando los ríos se salen de cauce convirtiendo todas estas tierras planas en un gran lago y donde la evaporación y drenaje se hace más difícil.
Hasta ahora no han podido ser verificadas las conjeturas que aportan datos seguros de quienes habitaron el área de “cerritos” durante la prehistoria.


Conclusión Primaria:
No hay dudas de que son acumulaciones artificiales, denominadas por los lugareños como “terremotos” o sea movimientos de tierra.
Fueron realizadas por distintas etnias, en diferentes períodos de tiempo y por distintas circunstancias que debieron vivir en esas zonas, en parte inhóspitas en invierno, pero con una enorme riqueza alimentaria. Hipótesis que compartimos.
Indígenas de las primeras oleadas ingresadas al territorio como los Kaingang (Yaros) al encontrarse rompecabezas erizados; los itaizá, hachas con escotaduras, piedras de honda, puntas apedunculadas; luego grupos tupí-guaraníes que los asimilaron, exterminaron o desplazaron por la cerámica característica, las urnas y paquetes funerarios de enterramientos, puntas de madera y de hueso y los elementos mencionados que hiciera pensar que hubo hábitos de antropofagia.  Por último, elementos de la macro-etnia charrúa que habría ocupado esos territorios después de la desaparición de los Arachanes  (de poderse confirmar su existencia dudosa y que fueran exterminados por los bandeirantes, esclavizados para trabajar en las minas y cultivos del Brasil);  utensilios correspondientes a cazadores-recolectores o cazadores superiores como boleadoras, morteros y sus manos, martillos, cuchillos, pulidores, puntas pedunculadas y los famosos rompecocos (no compartimos que la función de esas piedras con hoyuelos haya sido la de romper el coquito de la palma para extraer la pepita porque lo podrían hacer con una simple piedra, como harían para extraer la médula de los huesos, ambos alimentos predilectos).

La hipótesis más aceptada es que la utilización de los cerritos era para sitios de funebria.
Los estudios realizados a los restos esqueletarios encontrados en excavaciones presentaron en general buen estado sanitario y alta esperanza de vida en relación a lo esperado en poblaciones prehistóricas.
No se encontraron señales de patologías infecciosas que pudieran estar relacionadas con hacinamientos y sedentarismo estricto.
El estado sanitario especialmente la nutrición era bueno, no apareciendo patologías que pudieran atribuirse a carencias en la alimentación. La escasa presencia de caries se atribuye al poco consumo de carbohidratos, pero, sin embargo, aparecen restos abundantes del consumo de los coquitos de Butiá.
Aunque en algunos otros sitios investigados han aparecido individuos con caries posiblemente debido a la ingesta de alimentos cultivados.
En primeras investigaciones se llegó a concluir en un modelo de alimentación basado en la caza y recolección pero con alta eficiencia.

Las dudas que quedan como el modo de subsistencia, la diferencia en estatus sociales, la presencia de individuos de más de una población en un mismo sitio, como cambios debido a la diversa cronología de sitios diferente u ocupación de distintas poblaciones en sitios similares.
Nuevas investigaciones aclararán estas dudas.
Ref. Arqueología en el Uruguay. Enterramientos humanos en un montículo del Dpto. de Rocha (CH2DO1) J. Femenías, Mónica Sans y Mónica Portas.
Nuestra hipótesis: Los cerritos fueron habitados por poblaciones distintas durante la prehistoria.
Y cierta desprolijidad que se ha observado en los enterramientos tanto primarios como secundarios, indicaría que algunos restos habrían sido cambiados del llano a los cerritos al vivir en época de inundaciones.
Habría una modalidad de inhumar individuos, modificando los entierros realizados previamente y esto, evidentemente, puede variar la estratigrafía como los fechados.
Los fechados abarcan una cronología en torno al cuarto milenio A.P. (4360+-65 A.P.) Cabo Polonio, llegando prácticamente hasta la época de la conquista (610+-659)( Lopez-1993a,1993b).
Hacia la época más antigua de la ocupación de nuestro litoral, apuntan a que la explotación de los recursos marinos era muy importante y significativa (hacia 4500 A.P.): lobos marinos, corvina negra y cetáceos (delfín y toninas). Luego se observa la aparición de los recursos continentales, junto a huesos de lobos marinos y peces se identificaron huesos de cérvidos, crisétidos (mamíferos roedores), félidos y ñandú; y en la capa superior restos de bóvidos de la época colonial que marcan el comienzo de la ocupación europea, que sucede luego de los numerosos naufragios ocurridos en las proximidades de Cabo Polonio.

En el sitio Punta La Coronilla ha sido descripta una industria malacológica particular. Se han identificado valvas de moluscos (amiantis purpurata) utilizadas como instrumentos con fines no alimenticios. Del 100% de las valvas recolectadas el 25% presentan modificaciones antrópicas en sus bordes que según la autora ( Mañosa-1995) responden a la aplicación de golpes intencionales.

ESPACIOS PUBLICOS-ESPACIOS DOMESTICOS
“El registro arqueológico del sector sur de la cuenca de la Laguna Merín muestra una marcada inconsistencia. Los espacios públicos señalados por estructuras monticulares son fácilmente identificables. Los espacios domésticos no se expresan con tal claridad y ello ha dificultado en el desarrollo de la investigación, entre otros aspectos, la caracterización social de los constructores de cerritos. Esta situación la hemos señalado como el “síndrome Wessex” (En esta región de Inglaterra no se ha podido claramente identificar las áreas domésticas correspondientes a las expresiones megalíticas tempranas).
Mientras que en el registro arqueológico regional las estructuras que definen los espacios públicos son muy claras y evidentes, por el contrario, no lo han sido aquellas definitorias de los espacios domésticos. Las áreas domésticas habitadas cotidianamente por los grupos constructores de cerritos no se presentan en forma definida en el registro y se observan situaciones diferentes en los distintos sitios excavados. Ello puede ser la consecuencia de distintos factores, que pueden haber actuado en forma conjunta. Por una parte es muy posible que no exista una única modalidad de ocupación en la región y que esta haya variado tanto en dimensión espacial como temporal. Es probable que en algún período y/o zona no haya habido continuidad espacial entre los espacios cualificados por una arquitectura pública y aquellos domésticos, pero que sí existiera esta continuidad en otros momentos y/o áreas. También existen fuertes indicios que señalan a la propia actividad arquitectónica, en sus etapas de toma y acarreo de material, como causa de profundas modificaciones en los espacios correspondientes a las áreas de habitación, lo cual pudo causar fuertes alteraciones en la estructuración y composición de los vestigios ( Bracco, 1991; Bracco & Ures, 1995).
Por último es de rigor señalar que también puede estar incidiendo un problema de diseño de investigación en el artículo de Roberto Bracco Boksar y Cristina Ures en arqueología uruguaya hacia el fin del milenio- tomo 1.”

Durante las estaciones no inundables vivían en las zonas bajas desarrollando todas las tareas domésticas, a la vez irían traspasando tierra para continuar elevando los cerritos para el resguardo en épocas de inundaciones. Este transporte de tierra en distintos momentos de actividades cotidianas hace prácticamente irreconocibles las áreas de habitación.
Pero también y según los estudios creemos que los cerritos fueron ocupados por distintas poblaciones durante la prehistoria.
Y la desprolijidad que se ha notado en los enterramientos tanto primarios como secundarios indicaría que restos habrían sido cambiados del llano a los cerritos. Al tener que vivir en lo alto en época de inundaciones produciría una modalidad de inhumar individuos modificando los enterramientos realizados previamente y esto evidentemente puede variar la estratigrafía como los fechados.
Después de haber leído toda la bibliografía pasada y presente a la que hemos podido acceder y de haber recorrido lo posible de las zonas uruguayas donde abundan estos monumentos prehistóricos, y recogido información verbal de residentes en las zonas nos atrevemos a dar nuestra modesta y humilde opinión que trataremos de fundamentar justamente en esas investigaciones, como apasionados, aficionados o autodidactas.

Sobre ellos evidentemente se vivía, se plantaba, si ello es realmente confirmado por los nuevos estudios arqueológicos y también se enterraba a los que morían en esos momentos, pues donde los iban a sepultar si todo estaba bajo agua en las planicies. Es probable que al volver a tierras llanas en épocas de sequía o estivales continuaran utilizando los “cerritos” como cementerios, realizando sus manifestaciones sepulcrales o cultos religiosos que desconocemos. La posición de los cuerpos que han podido exhumarse completos o casi completos muestran procedimientos especiales como la posición y la orientación. Que los constructores se hallan posesionado de esas tierras poco aptas para ser habitadas -en todas las épocas del año- a consecuencia de haber sido desplazados de otros territorios por pueblos más fuertes es una hipótesis posible; pero también podrían haber sido atraídos por la riqueza faunística allí existente: aseguraba alimentación durante todo el período de invierno donde además buscarían el abrigo de los montes como todos los pueblos que ocupaban los litorales costeros platenses y atlánticos para alimentarse de la pesca y en el caso concreto de la costa atlántica, alimentarse de los lobos marinos, huevos y pichones de aves, peces y mariscos. Nos queda pendiente la incógnita de porqué no se encuentran rastros de hogares, útiles y esqueletos en las zonas bajas. 
Recorriendo la zona, hablando con investigadores, arqueólogos y  lugareños, comprobamos la enorme riqueza faunística: peces, aves, moluscos, anfibios, reptiles, mamíferos, muchos de estos hoy desaparecidos, que proveían de alimento a aquellos habitantes prehispánicos; quizás, no para alimentar 300.000 habitantes -como algún optimista escritor insinuó- ni siquiera los 20.000 mencionados por Díaz de Guzmán; pero, podrían haber alimentado a algunos miles, cazadores-recolectores-pescadores nómades o semisedentarios, que se trasladaban a las costas atlánticas en verano. El sacerdote jesuita Antonio Sepp en viaje a las misiones jesuíticas del Paraguay relata su pasaje por el Río de la Plata, haber desembarcado en la Isla de Gorriti, Isla de Maldonado e Isla de Lobos antes de proseguir viaje hacia Buenos Aires, dejó descripción del ganado que había, del pasto como buen prado para engordar animales, describe hermosas flores como la apasionaría, burucuyá, etc.; pero hace hincapié en la Isla de Lobos “que lleva su nombre por la gran cantidad de esos animales marinos que allí moran” y que se acercarían a las costas, como lo hacen actualmente, más tranquilas en aquellas épocas. El antropólogo, docente, investigador y escritor Daniel Vidart realiza en su libro “Los cerritos de los indios” una profunda descripción de esos ecosistemas palustres con su flora y fauna y esto se confirma “in situ” hablando con la gente de las zona.

Es uno de esos lugares maravillosos que tiene nuestro país para disfrutar, donde hay zonas protegidas como El Centro Don Bosco al oeste de la Laguna Negra, con el Monte de Higuerones y reserva de fauna y flora, el Potrerillo de Santa Teresa al este de dicha laguna también con reserva de fauna y flora y un museo con material arqueológico de los relevamientos realizados donde se encuentra como novedad el esqueleto de un perro prehispánico, etc.
Volviendo al tema, la hipótesis de quiénes construyeron los cerritos de indios todavía no ha sido develada, abarcando un enorme territorio en “media luna” desde Rocha, Cerro Largo, Treinta y Tres, Tacuarembó y Rivera en lo que hoy es nuestro territorio, pero también abarcan un amplio territorio Riograndense del Sur del Brasil, al oriente de la Laguna Merín hasta la costa atlántica.
Un estudioso del tema se pregunta, si algún lector se molestaría que se siga insistiendo con el estudio del pasado, habiendo cosas presentes que urgen solución. En mi caso, sostengo que sí, que se debe continuar investigando, pues esos estudios podrían servir para solucionar, actualmente,  el problema de los inundados que se oponen a dejar sus lugares de habitación y que tanto cuestan en cada inundación a la sociedad toda, y donde en esos lugares encuentran muchas veces su sustento: pesca, leña, juncos, etc.

Daniel Vidart que es el estudioso que formula la pregunta, establece: “¿Que tiene que ver un pasado remoto con nosotros? ¿Por qué los arqueólogos se afanan tanto en rescatar los relictos de un ayer muerto y enterrado si lo que en la actualidad necesitamos son científicos sociales, expertos ecólogos, ambientalistas militantes, maestros en ética y política, gobernantes y pueblos decididos a salir del marasmo en el que nos han sumido la apoteosis del consumo y la salvaje competitividad del mercado mundial?“ Los cerritos de los indios del Este uruguayo, Daniel Vidart, Ediciones de la Banda Oriental.
Las actuales investigaciones arqueológicas que se vienen realizando estarían indicando la existencia de pueblos sedentarios muy vulnerables, lo que hizo evidente su temprana desaparición debido a la “caza de esclavos”.
Estos indígenas constructores de los cerritos que serían muy numerosos, hacen suponer que tendrían una organización política con jerarquías que orientaran las distintas actividades a llevar a cabo, acarreo de tierra, proveer de alimentación, defensa contra los esclavistas, ceremonias religiosas y funerarias.
Hay documentación que indica que los charrúas, cuando cambiaban de sitio llevaban, al trasladarse, los restos de los muertos (los huesos).

Tal vez, esto significaba que tuvieran que elegir cierta partes como cráneos o huesos largos al serle imposible o difícil trasladar todos los huesos, o que simplemente, los perdieran en sus largas caminatas o en batallas. Colocaban el cadáver, cubriéndolo perfectamente con piedras si las había a no muy larga distancia o con ramas y tierra. Ponían las  boleadoras encima, clavando su lanza a un lado de la sepultura, y al otro lado dejaban el caballo atado a una estaca. Decían que era para el viaje que debía emprender el difunto. (Pi Hugarte- Los indios del Uruguay-1998).
Según el historiador mencionado le sugiere repetición de Azara (1850:108) que mencionó:”En sus traslados cargaban con los restos de sus muertos, lo que supondría el entierro secundario”.
Estas formas de inhumación suponen rituales y creencias en otra vida y en ideas religiosas, ya que también se ha expresado que creían en un espíritu maléfico que llamaban Gualicho, con la práctica de pintar los huesos después de descarnados y enterrar los cadáveres con ofrendas.
La antropofagia siempre existió y existe, tal vez no con las mismas características.

Remontándonos a épocas de la conquista; después de la primera fundación de Buenos Aires y durante la guerra con los Querandíes, los habitantes padecen terribles hambrunas y Ulrico Schmidel en viaje al Río de la Plata y Paraguay, establecía: “…padecían todos tan gran miseria que muchos morían de hambre, ni eran bastante a remediarla los caballos. Aumentaba esta angustia haber faltado los gatos, ratones, culebras y otros animales inmundos con que solían templarla, y se comieron hasta los zapatos y otros cueros. Entonces fue cuando tres españoles se comieron secretamente un caballo que habían hurtado; y habiéndose sabido, confesaron atormentados, el hurto, y fueron ahorcados; y por la noche fueron otros tres españoles y les cortaron los muslos y otros pedazos de carne, por no morir de hambre. Otro español, habiendo fallecido un hermano suyo, se lo comió.” (Barco, canto 4)- Colección de obras y documentos-Pedro de Angelis-tomoVI- Pág.270.

Y más actual aún, contemporáneamente, los uruguayos del accidente de la cordillera de los Andes mutilaron los cadáveres de sus compañeros para alimentarse, reconocido y manifestado con grandeza y respeto por los sobrevivientes, para no morir de hambre.
Antonio Díaz que conoció a los charrúas indicó: “Enterraban a los muertos en las inmediaciones de algún cerro, si lo había, haciendo una excavación de poca profundidad. Al enterrarlos superficialmente, solo cubiertos con piedras o con ramas y tierra para protegerlos de los animales carroñeros, luego de descarnados naturalmente o a propósito con herramientas líticas cortantes o “limpieza ósea”. (Pintos Blanco- Bracco Boksar-1999-94)
Actualmente, en los estudios arqueológicos de los cerritos del Este, aparecen -según los arqueólogos- enterramientos primarios, secundarios, (en paquetes y urnas funerarias) y también enterramientos parciales. Según los técnicos citados, solo fue encontrada una urna tupí guaraní, pero sabemos que en otras zonas como en el Dpto. de Treinta y Tres, etc. han sido halladas varias más, sin haber podido determinar si corresponderían a poblaciones diferentes. Se sabe que los tupí guaraní eran antropófagos.
Centenera y Lozano cuentan que los charrúas mataban a sus enemigos, les desollaban la piel de la cabeza, conservándola como trofeo de guerra significando su valor, y que también se los acuchillaba, dejando evidencia, por cantidad de puñaladas, el número de muertes causadas a sus enemigos.
Se han encontrado huesos, sobre todo cráneos con marcas o incisiones  de “limpieza ósea”, pero también por extirpación de cueros cabelludos, y hasta cráneos perforados vinculados a la causa de la muerte o pueden corresponder a rituales posteriores.

Centenera en sus versos rimados y refiriéndose a los charrúas:
“Entre ellos aquel es de fama honrosa,
A cuyas manos gente mucha muere,
Y tantas cuantas mata, cuchilladas
En su cuerpo se deja señaladas
Más no por eso deja de quitarle
Al cuerpo del que mata algún despojo;
No solo se contenta con llevarle
Las armas o vestidos a que echa el ojo
Que el pellejo acostumbra desollarle
Del rostro ¡que maldito y crudo antojo!
Mencionamos en otro trabajo sobre el tema, que en épocas estivales, viviendo en áreas llanas, es probable que se produjeran enterramientos e incluso en sitios alejados; luego al volver y ser trasladados fueran agregados, junto a basura y tierra, levantando los cerritos para vivir en épocas de lluvias que inundaban las zonas.

Estos pueden ser los enterramientos en paquetes o parciales.
No se descarta la ingesta antropofagica al haberse encontrado huesos humanos quemados o con “fuerte alteración térmica” y que contextualmente se corresponden con restos de mamíferos que muestran atributos claros de procesamiento para consumo”. (Obra citada).

Perdida la foto original sacada en el lugar con el técnico y el personal trabajando, éste dibujo indica el procedimiento empleado para la obtención de muestras. Obtenida del Libro "Arqueologìa - Teoría, Métodos y Prácticas" Autores: Collin Renfrew y Paul Bahn


Fotos propias sacadas en el lugar:






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